Mike creció en un hogar secular australiano, donde la religión era categóricamente rechazada. Él recuerda que escribía poemas burlándose de la creencia en Dios, en su época de adolescente. Y su madre lanzaba un sin número de blasfemias a las aldabas religiosas (toques de llamada de creyentes en las puertas).

Pero, muchos años después, todo cambió desde que un colega en el ejército lo invitó a la iglesia, y se llevó una sorpresa que lo hizo cambiar de percepción respecto de los cristianos y la Biblia.

Al empezar a leer el Nuevo Testamento se dio cuenta que el Jesús que conoció se diferenciaba mucho del personaje ilusorio, radical, e incluso mítico, que le describían sus familiares. Sintió a Jesús real y especialmente cuando reflexionó sobre el significado de la existencia humana. También resaltó que le impresionó el testimonio de Jesús de la iglesia primitiva: “En la muerte de Cristo, Dios ha vencido al mal, y por su resurrección ha traído vida y esperanza a todos”.

“La fe ha sido liberadora y transformadora para mí”.

El pasar de la incredulidad a la fe fue un proceso muy contrastado porque sintió que todas las piezas de repente comenzaron a encajar. Siendo incrédulo siempre había tenida una profunda sospecha de que había algo más, a pesar de que le habían dicho que no pensara en eso.