Reconocido evangelista del siglo XVIII, el pastor Philip Doddridge fue un fecundo escritor de himnos y un maestro riguroso de cientos de misioneros. Fiel a Jehová, compartió el mensaje de Dios en una era en la que la razón humana pretendía carcomer los cimientos del cristianismo.
DESTACADO PREDICADOR inglés de la Palabra de Dios de la primera mitad del siglo XVIII, el pastor Philip Doddridge sirvió a la causa de Jesucristo con intensa energía y total dedicación. Bajo la dirección del Redentor, la evangelización fue el hilo conductor de su existencia y sus empeños siempre estuvieron puestos en la salvación de las almas. Parte de una época en la que la razón humana roía las bases del cristianismo, transmitió las buenas nuevas a los abatidos.
Nacido el 26 de junio de 1702 en la ciudad de Londres, fue el último de los veinte hijos de los creyentes Daniel Doddridge y Mónica Bauman quienes provenían de familias cristianas. Su madre, hija del reverendo John Bauman, un ministro luterano quien escapó de la ciudad de Praga en 1626 para librarse de la persecución religiosa, cumplió un rol influyente en su formación espiritual. Fue ella la que le narró las historias de las Escrituras antes de que pudiera leer.
En su niñez, alentado por su familia, recibió clases de gramática por parte de un tutor privado que era seguidor del Redentor. Después, al cumplir diez años de edad, fue inscrito en una escuela primaria de la capital de Inglaterra en donde su abuelo materno había sido maestro. Allí, lejos de su hogar, fue acogido por el reverendo Daniel Mayo, un ministro presbiteriano, quien lo ayudó a consolidar su amor por el Altísimo y le tendió una mano con sus estudios.
Criatura de fe enorme, cuando tenía apenas 8 años de vida, soportó con la fortaleza de un curtido feligrés el fallecimiento de su progenitora producido el 12 de abril de 1711. Posteriormente, el 17 de julio de 1715, volvió a hacer frente a la tristeza cuando su progenitor dejó de existir y lo hizo con la entereza de saber que el Salvador siempre estaba a su lado para reconfortarlo. Entonces, se atrevió a decir que: “Dios es un padre eterno; mi alma se regocija en Él”.
Pastor del Creador
Luego de quedarse huérfano de padre y madre, fue puesto bajo el cuidado del reverendo Samuel Clark, un hombre de gran corazón y reconocido teólogo evangélico, que fue un verdadero amigo para él y se transformó en su segundo padre. Bajo su protección y guía, se constituyó en uno de los mejores estudiantes de un colegio cristiano situado en la ciudad de St Albans. Junto a él, además, estudió con diligencia la Biblia y empezó a interesarse en el ministerio pastoral.
En octubre de 1719, decidido a transformarse en un ministro del redil terrenal del Creador y tras rechazar con respeto el apoyo económico de la duquesa de Bedford para instruirse y unirse a la Iglesia anglicana, optó por ingresar a una academia disidente del condado de Leicestershire dirigida por el reverendo John Jennings. Respaldado financieramente por el pastor Clark, se preparó con entusiasmo y dedicación durante tres años para transmitir la sana doctrina del Mesías.
El 22 de julio de 1722, después de recibir un certificado de satisfacción, comenzó a predicar la doctrina del Rey de reyes en la localidad de Hinckley. Con la bendición divina, su primer mensaje traspasó los corazones de dos personas quienes aceptaron a Jehová como su libertador. Más adelante, en 1723, se hizo cargo de una congregación del pueblo de Kibworth. En 1725, fue elegido asistente del pastor David Some quien lideraba un templo en el pueblo de Market Harborough.
Interesado en la formación de jóvenes destinados a convertirse en portavoces del Evangelio, y con el aliento de los ministros Clark y Some, abrió un establecimiento educativo partidario de la Reforma en Market Harborough a principios de julio de 1729. Piadoso, prudente, talentoso y alumno predilecto del siervo Jennings, tuvo a su cargo a tres estudiantes quienes se nutrieron con sus amplios y útiles conocimientos de las Sagradas Escrituras y de las cosas de Dios y crecieron espiritualmente.